Al enfrentarse al desempleo o subempleo, posgraduados optan por cursar otra maestría o doctorado para amarrar un apoyo, aunque éste sea insuficiente.
Laura Toribio |Fotografía: Conahcyt |Excélsior | 05:29 hrs. Al toparse con un mercado laboral precario tras concluir sus estudios de maestría o doctorado, becarios del Conahcyt retoman los estudios para garantizarse un apoyo económico mínimo que los ayude a sobrellevar sus gastos personales y de formación académica.
Si bien el monto de los apoyos que el Consejo otorga a estudiantes de posgrado va de los 13 mil a los 19 mil pesos mensuales, el costo mínimo de llevar una vida independiente es de 13 mil pesos al mes.
Ante esto, los becarios deben ser ayudados por sus familiares para completar sus gastos, situación que se agrava cuando, por ejemplo, el beneficiario tiene una enfermedad crónica o debe mantener una familia.
El colimense Christian Iván Cortés, pedagogo y estudiante de doctorado, eroga la mitad de su beca para atender su diabetes. Entre sensores de glucosa e insulinas gasta $6 mil 900 al mes. Tras acabar su licenciatura, se mudó a la CDMX, estudió una maestría y trabajó en colegios, pero en la pandemia lo despidieron y decidió iniciar el doctorado.
Becas del Conahcyt salvan a medias
El subempleo y el desempleo lleva a muchos Posgraduados a cursar maestrías o doctorados para obtener parte de los recursos necesarios para subsistir
Las becas del Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt) para realizar estudios de maestría y doctorado han sido un salvavidas para algunos becarios que han encontrado en ellas un “flote”, ante la dificultad que representa el mercado laboral.
Sin embargo, al salir de su formación académica pueden enfrentarse al subempleo, desempleo o empleo precario, pues no adquirieron experiencia laboral y suelen estar sobrecalificados para otro tipo de labores.
Al no hallar oportunidades laborales acorde con su preparación, capacidad o necesidades, o simplemente por perder sus empleos debido a recortes, optan por regresar a cursar algún posgrado que les garantice la entrega de una beca con la que cubren sus gastos cotidianos y de formación.
Sin embargo, durante sus estudios algunos padecen por la falta de recursos económicos suficientes para atender todas sus necesidades, principalmente quienes tienen una familia extensa o condiciones de salud crónicas que les consumen hasta 50% de los recursos de su beca.
Si bien reciben montos mayores a los de un trabajador mexicano promedio, los becarios explican que no tienen una vida holgada y, de hecho, algunos deben ser apoyados por sus familias para complementar sus gastos del mes.
De acuerdo con datos sobre educación financiera de BBVA, el monto mínimo requerido para alguien que quiere vivir fuera de la casa paterna es de 13 mil 340 pesos mensuales.
Este monto se reparte de la siguiente forma: ocho mil pesos de renta; dos mil 500 de una canasta básica; mil 500 por servicios de agua, luz, internet y gas; 840 pesos en gastos por transporte o gasolina y 500 pesos en el pago de plataformas de streaming.
A febrero pasado, el monto de las becas del Conahcyt era de 19 mil 803 pesos para quien cursa un doctorado; 14 mil 854 pesos para un estudiante de maestría y 13 mil 202 pesos si se cursa alguna especialidad.
Excélsior conoció cuatro casos representativos de esta situación. Todos coinciden en que, pese a los problemas que enfrentan, la formación académica que han recibido es invaluable porque les genera un conjunto de habilidades para la vida.
El ingreso, un salvavidas
n un momento complicado a nivel económico, Manuel Delgado vio como una opción estudiar un posgrado becado por el Conahcyt.
Definitivamente para mí fue un salvavidas el poder acceder a los recursos de las becas Conahcyt, es un salvavidas, claro que en mi modo de verlo y de racionalizarlo yo considero que era merecido, verdad, porque cumplí todas las reglas del juego, hice todos los exámenes, pasé y reuní los requisitos”, planteó.
Hace seis años, luego de casi dos décadas de haber concluido la universidad, Manuel decidió estudiar una maestría y luego un doctorado.
Estudié la licenciatura en Administración de Empresas y me dediqué a abrir y cerrar negocios, tuve algunas empresas, algunos emprendimientos, también fui empleado en varias partes, tanto en oficinas gubernamentales como en la iniciativa privada, pero sí llegó un momento en el que me vi un poco apretado económicamente y una opción fue estudiar un posgrado”, contó.
Al concluir el doctorado no todo fue miel sobre hojuelas. “Se terminó la beca y a buscar trabajo, y de hecho yo no pude conseguir ningún trabajo en la academia de entrada y me fui a trabajar a una importante transnacional comercial, fui supervisor de cajas el tiempo que estuve allí y fue la posición que tenían para ofrecerme y eso es a lo que le entré”, relató.
Poco después logró obtener un puesto en la Universidad Pedagógica Nacional de Chihuahua, hasta que hubo una plaza en su alma mater, la Universidad Autónoma de Chihuahua, en la Dirección de Investigación y Posgrados donde labora actualmente.
Mi posición en mi actual trabajo tampoco es tan firme como yo lo quisiera (…) estoy comenzando y hay que imaginarse que a cierta edad, comenzar en un trabajo académico y empezar a hacer antigüedad es muy difícil, sin embargo, es con lo que tengo que luchar”, dijo.
Pese a las dificultades, Manuel tiene claro que la formación académica que ha recibido, no sólo le ha dado armas para enfrentar los retos laborales que tiene, sino además le ha hecho ver la vida de otra manera y le ha despertado una conciencia social que tenía adormecida.
Retrasos, otro desafío
De recién ingreso a la maestría becado por el Conahcyt, Omar ya enfrentó los primeros problemas por la falta de certeza y seriedad en los tiempos de la convocatoria.
Recorrieron un mes el proceso y por supuesto, el primer pago. Aún no depositan la primera mensualidad. Me perjudica, pues ya tenía planeado invertir en un par de aparatos auditivos que necesito con un poco de urgencia”, contó.
Omar comenzó a estudiar la maestría en el Departamento de Investigaciones Educativas del Cinvestav hace mes y medio. “Junto con decepción, es un momento de angustia, en estar preocupado más, por quizá estar al frente del profesor y tener que moverme para captar bien lo que dicen en clase.
Y la situación de falta de pago retarda un poco más el proceso de mi salud auditiva, lo que se puede traducir en que pues no entendí, no escuché cierta frase, cierta oración y perder calidad y calidad se traduce en calificación”, temió.
Casado y con dos hijos, Omar no ha podido posicionarse en el mercado laboral desde que terminó la licenciatura y se ha dedicado a realizar trabajados de plomería, electricidad y albañilería. En algún momento fue taxista.
Ha sido complicado y también es otro motivo por el que busqué prepararme en este posgrado. Se abrió este espacio, y puedo seguir estudiando, de otra forma pues no podría, tendría que salir a buscar, a aplicarme de nuevo, quizá a malbaratar, sino los oficios, algo de mi licenciatura, en lo que caiga”, explicó.
Si bien para Omar la beca representa un motivador, no es suficiente para poder llevar los gastos de casa y atender su salud, por lo que tiene que recurrir al apoyo de su esposa, quien es el principal soporte económico de su familia.
Tan sólo en transporte, comida, luz e internet, gas, despensa, material, un curso de idioma, libros para estudiar, y el transporte de sus hijos a la escuela debe gastar casi 14 mil pesos mensuales, eso sin tomar en cuenta lo que destina para atender alguna enfermedad, en calzado, ropa, reparaciones en casa o alguna recreación. Además, debe pagar 34 mil pesos por sus aparatos auditivos.
Afortunadamente no pago renta, pero vivo muy lejos de la escuela y el gasto en traslado es una desventaja”, agregó.
Christian Cortés, estudiante de doctorado
Más de la mitad se le va en salud
Christian se encuentra estudiando el doctorado, pero lidia cada mes para cubrir sus gastos y sin el apoyo de su familia no podría lograrlo, pues tiene que ocupar hasta la mitad de su beca del Conahcyt en atender su salud.
Tengo diabetes tipo 1 y he tenido complicaciones, perdí la vista del ojo izquierdo, tengo que usar insulinas de primer nivel, medidores de glucosa de primer nivel y, en muchos casos, tengo que pagar revisiones médicas por fuera, porque el sector salud público en realidad nunca me ayudó”, dijo.
La experiencia con la beca es un tanto complicada, porque la cuestión médica me puede retener entre 50 y 60% del monto y a eso hay que agregarle que soy de otro estado, tengo que pagar renta y gastos asociados”, contó.
Christian usa un medidor de glucosa que tiene que cambiar cada 14 días y cuesta entre mil 500 y mil 600 pesos.
Estamos hablando de casi 3 mil pesos al mes, y de puras insulinas, una insulina que me dura 10 días me cuesta 900 pesos, entonces ahí ya van otros 2 mil 700 pesos, y luego otra insulina me cuesta 400 pesos y la puedo requerir cada ocho días. A eso hay que sumarle unas pastillas que tomo que son un protector para los riñones, tengo que usar también gotas para los ojos, y todo esto va sumando y sumando y sumando, y si me tienen que hacer un procedimiento médico, a lo mejor unos estudios de laboratorio, pues ya recurro al apoyo de mi madre”, explicó.
A pesar de que con la beca está cubierto por el ISSSTE, hay algunos de medicamentos que requiere que no puede encontrar en la institución.
Tener hijo, ni pensarlo, pues apenas subsiste con su pareja.
Originario de Colima, Christian estudió la licenciatura en pedagogía en la Universidad de Colima y en el 2011 se mudó a la Ciudad de México para estudiar una maestría en el Cinvestav.
Después se dedicó a trabajar escuelas particulares y tras la pandemia de covid-19 y los recortes en el trabajo decidió iniciar el doctorado que concluirá en un semestre más.
Ahora, le parece muy importante que exista una diferenciación en la beca para casos específicos como personas que padecen enfermedades crónicas.
Juan Carlos Gómez, egresado del programa del doctorado
Juan Carlos, un indígena mixteco de Oaxaca, es el primer integrante de su familia en llegar hasta estudios de posgrado a nivel doctoral.
Pudo realizar la maestría y el doctorado en el Departamento de Investigaciones Educativas del Cinvestav becado por Conahcyt.
Creo que las becas te benefician, pero también va a depender del contexto. A mí la beca me cambió la vida en el sentido de poder tener esta movilidad, pero creo que la experiencia varía, porque no todas las personas que obtenemos una beca tenemos las mismas condiciones de vida, entonces si estás casado, si tienes hijos o si estás soltero, la manera en la que te va a beneficiar va a ser distinta”, comentó.
De hecho, ha notado que las becas se han convertido en un flote para muchos jóvenes que no se han podido insertar en la vida laboral.
Si creo que hay muchos jóvenes que ven en los posgrados la manera de subsistir en un sistema que no te ofrece una vida laboral digna, por ejemplo, yo en psicología veo que hay salarios de 7 mil, 8 mil pesos con jornadas de nueve horas, entonces si puedes tener una beca que te va a garantizar un poco más de ingreso, pero además especializarte, pues claro que tomas eso”, dijo.
Pero cuando ya sales o terminan los posgrados te dicen ‘bueno, es que usted no estuvo trabajando y entonces no trae la experiencia laboral que requerimos’ y entonces ahora ya te consideran sobrecalificado”, explicó.
Él mismo se frustró al salir de maestría porque no encontraba trabajo y tuvo que aceptar un empleo dando clases a diez grupos, cinco materias con un total de 400 alumnos por menos de 10 mil pesos mensuales.
No soy una élite, más bien soy uno de los casos que ha podido acceder a algo que por derecho nos corresponde, que es una educación, eso no me convierte ni en una élite, ni en un privilegiado en este concepto panfletario que a veces se utiliza”, dijo.
En febrero terminó el doctorado y actualmente trabaja en dos universidades privadas como profesor donde se siente muy retribuido, tanto económicamente, como en el espacio académico en relación con su formación.